martes, 5 de febrero de 2013

6 meses...


Estoy a pocos días de cumplir medio año de mi programa de voluntariado. Recuerdo que al momento de contactar por primera vez a VASE en abril del año pasado, mi plan inicial era el de viajar por 6 meses nada más, e inclusive eso me parecía mucho tiempo. Siempre tuve algunas dudas sobre si hice bien en firmar un contrato por un año. Tengo todavía tantas cosas que ver y aprender en este lugar, que no dudo más sobre la decisión que tomé, es más, como alguna vez me dijo mi jefe: "Ni un año es suficiente para llegar a descubrir todo sobre India."

La noticia que sobresale por el momento en mi año como voluntario es que decidí cambiarme de proyecto. La mitad de la travesía la hice en William Joseph Foundation, pero creo que es necesario y saludable conocer algún otro tipo de trabajo en los 6 meses que aún me quedan. Va a ser difícil despedirme de quienes forman parte de la fundación, pues me he apegado bastante a ellos. Recientemente fui de nuevo a Goa con mis colegas y mi jefe, gracias a un feriado nacional por el día de la república (26 de enero). Fue un fin de semana muy bueno: visitamos 3 playas, recorrimos la capital del estado, volvi al famoso mercado de las pulgas en el norte de Goa (y compré pantalones holgados llamados "Alibaba"), comimos, reímos y nos relajamos.

Desde hace aproximadamente un mes, comencé a ir junto con dos colegas, Simon y Victor, a un convento en el barrio de Whitefield, que acoge y ayuda a niños discapacitados. Nuestra sesión de "musicoterapia" toma lugar cada viernes, y por media hora solamente. Es un viaje un tanto largo hasta llegar al lugar, pues es fuera de la ciudad, pero una vez ahí vemos que vale la pena. Los chicos se emocionan mucho al vernos, ya nos conocen muy bien. Es una tarea difícil preparar actividades para entretenerlos, pues cada uno tiene un tipo diferente de discapacidad, y no todos logran hacer completamente lo que les pedimos. Sin embargo, cada cosa que podemos enseñarles, lo aprenden sonrientes. Es un trabajo realmente gratificante, mucho más relacionado con el trabajo que tenía en mente realizar antes de viajar, un trabajo que comprueba el hecho que, cuando eres voluntario, recibes mucho más de lo que ofreces.






Un viejo colega de Ashley, me había propuesto a inicios de enero, que acompañase con el piano a un coro que él estaba entrenando para un evento, el cual no mostré mucho interés en conocer. Las 4 canciones que debía practicar se redujeron a solamente una, por algún motivo. El día de la presentación (sábado 2 de febrero), aunque pensando que sería una pérdida de tiempo presentarme solo por una canción, asistí con mis partituras al lugar previsto. Resultó ser la graduación de un prestigioso colegio de la ciudad. Escuché discursos de alumnos y profesores, inclusive pequeñas lecturas de la biblia y del corán, y veía a los futuros bachilleres en sus mejores fachas, los chicos enternados y las chicas con hermosos saris blancos, (pues es la tradición para la ocasión), y recordaba también la noche en que me gradué. Más de 200 chicos sentados al aire libre con las mismas expectativas e incertidumbres que la mayoría de nosotros debe sentir el día en que salimos del colegio.




Dedico esta publicación, por lo tanto, a mis amigos y compañeros de mi promoción, quienes ya sea estén estudiando, trabajando, viajando o esperando por un poco de iluminación, estén cada vez más cerca de  encontrar aquello que satisfaga sus expectativas, de cumplir las metas propuestas durante el colegio y las que están por venir, y que aprendan de cada oportunidad que la vida ofrece, pues jamás dejamos de crecer.